Esta primavera se ha vuelto loca. O el que se está volviendo loco soy yo. Cada vez que miro una chica linda, se me para. Si tuviera 20 años, lo entendería. ¿Pero a mi edad? Bueno, eso me pasa por tener tan poco sexo. Tengo muchos sueños sobre sexo, uno detrás de otro y no me canso. Me levanto duro y los huevos me duelen como locos. Puta madre.
En medio de estas cavilaciones poco alegres, me suena el teléfono en la mesita de luz con un mensaje de Helen. Sonreí. Esta chica debe tener algún tipo de conexión extrasensorial conmigo.
“Hola. No sé por qué, pero hace días que no puedo quitarme de la cabeza la idea de volver a verte. ¿Estás bien?”
Me quedé mirando el mensaje, y lentamente se transformó ante mis ojos en un recuerdo de Helen en el sótano, chupándomela, con las manos esposadas, mientras Marcus se la ponía por detrás. Y me puse duro en un santiamén.
“Hola. Todo bien. Salvo que tengo un poco miedo de salir a la calle, no sea que alguien se dé cuenta de que tengo escrito “acosador sexual” en la frente. ¿La primavera también te está volviendo loca?".
"Sí. Por eso tuve la sensación de no estabas del todo bien. Hm. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte? Este parece un caso complicado".
"Tendrías que clonarte o me preocuparía por tu salud".
"¿Qué tal si no me clono, sino que pido refuerzos?".
"¿Qué quieres decir?" escribí rápidamente, aunque sabía bien lo que Helen quería decir. Sólo quería asegurarme. Y ese pensamiento me produjo un cosquilleo en las entrañas.
"¿Qué tal si te devuelvo el favor de mis sueño hecho realidad? Y no finjas que no sabes lo que quiero decir".
"Con mucho gusto aceptaré ese tratamiento. ¿Quién va a ser la doctora?
"Es una sorpresa. Pero seguro que no te va a decepcionar. ¿Qué tal mañana a las ocho, te parece bien?".
"Muy bien. ¿Dónde?"
"En mi casa.”
Abrió la puerta con una sonrisa juguetona y los apuntando hacia el salón. Nuestra vieja amiga Lisa estaba tumbada en un sofá gigante con una copa de coñac en la mano, riendo y mirándome a través del cristal.
"Hola travieso", me dio un vaso de bebida dorada, "ven a tomar algo con nosotras".
Vaya... Otro de mis sueños de adolescente. Una pelirroja perfecta de piernas esbeltas, pechos diminutos y pezones tan grandes que casi atravesaban su camisa.
Brindamos por la reunión y apenas dejé mi copa, Helen se inclinó hacia Lisa y le susurró algo al oído. Lisa deslizó la mano bajo su camisa y empezó a besarla. Separó ligeramente las rodillas y Helen empezó a acariciarle lentamente, centímetro a centímetro, al muslo. Luego, riendo, las chicas se quitaron mutuamente las camisas y Lisa empezó a jugar con los pechos redondos y firmes de Helen. Los apretaba, los besaba y le chupaba los pezones.
Helen echó la cabeza hacia atrás y puso los ojos en blanco de placer. Luego agarró a Lisa por su roja melena, la acercó, la besó y le dijo que se tumbara. Los pezones de Lisa sobresalían de su pecho plano y Helen sabía exactamente lo que quería ver. Los lamió, los chasqueó con la lengua y los estiró entre sus labios. Sentí una ligera envidia, porque eso es exactamente lo que yo tenía ganas de hacer. Se me hacía la boca agua.
Luego le dio unos besos en el vientre plano a Lisa y uno en el regazo. Le bajó las bragas y se pasó los labios por su precioso vello dorado recortado. Empezó a lamerla delante de mis ojos, tanto que tuve que esforzarme para conseguir incluso bajarme la cremallera de los pantalones, que ya estaban por explotar. Viendo eso, no pude evitar empezar a pajearme. Lisa gemía y se retorcía, se notaba que lo estaba disfrutando. Se pellizcaba y tiraba de esos hermosos pezones suyos.
"¿Me ayudas? Está tan lista que no podría estarlo más", me guiñó Helen.
Me acerqué a Lisa, levanté sus piernas, pasé por encima de su raja y la penetré. Tenía los pezones tan duros que quería mordérselos, pero no podía desde ese ángulo. Era estrecha y sorprendentemente profunda, así que no me metí demasiado y me la garché bien duro. Lisa me agarró el culo y con los dedos me empujaba para animarme. Acabó más rápido de lo que esperaba y sus espasmos rítmicos casi acaban conmigo. Lo saqué y lo agarré fuertemente con dos dedos. Sabía muy bien que retrasarlo lo haría todo mucho más dulce.
Helen sonrió: "Hora del tratamiento doble". Lisa saltó del sofá y me indicó que me tumbara.
Luego se arrodilló sobre mi cara y me ofreció su húmeda conchita roja para que la lamiera. Helen se sentó a horcajadas sobre mí y empezó a cabalgar. No podía ver nada, pero a juzgar por los sonidos y suspiros, las chicas empezaron a besarse apasionadamente. Entonces sentí que Helen abandonaba su asiento al cabo de unos instantes. Justo a tiempo para no acabar yo. Separó mis piernas y se acurrucó entre ellas.
Se la metió en la boca y empezó a chupármela con movimientos lentos y prolongados. Me succionó y me acarició el glande con la lengua desde abajo como sólo ella sabe hacerlo. Eso ya fue demasiado para mí. El olor y el sabor de los jugos de Lisa y la perfecta mamada de Helen me dejaron boquiabierto. Acabé tanto y tan fuerte que sentí que en las pelotas no me quedaba ni una gota. Me temblaba todo el cuerpo. Lisa se bajó, me limpió la cara con las manos y me dio un beso. "Eres increíble. Descansa un rato y disfruta el show".
Se acercó a Helen, se arrodilló entre sus piernas y se acurrucó contra ella. Ronroneaba suavemente. Podía oír como chupaba. Era claro que para ella esta no era la primera vez. Yo miraba fascinado con qué pasión mis dos amigas se entregaban al placer. Helen le acariciaba el pelo y la empujaba hacia sí: "Sí, sí..." susurraba. Lisa empezó con dos dedos a trabajar rítmicamente adentro de Helen. Helen arqueó la espalda y empezó a respirar intermitentemente.
Entonces empezó a gemir y la vi tener un orgasmo increíble. Lisa se acercó a sus pechos, los apretó suavemente y se inclinó y besó a Helen. Las dos chicas se abrazaron e hicieron un gesto para que me uniera a ellas. Serví más coñac, les pasé las copas y me tumbé con ellas. Fue una sensación increíble.
Helen sonrió y chocó su vaso contra el mío: "¿Un trago antes de la segunda ronda? La noche aún es joven.”
"Sí que lo es. Y tan medicinal que me gusta mucho esta terapia.”
"Estamos muy contentas, las dos", sonrió Lisa, "No podríamos haber empezado mejor esta primavera".
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Autore: Marina Deluca