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29.01.2024
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¿Qué tal fue tu año? Hace mucho que no nos vemos", le pregunté a mi amiga de juventud mientras tomábamos una copa de buen coñac. Estábamos sentados juntos en el bar donde nos reuníamos todos los años antes de Navidad para hablar de nuestros problemas y alegrías. Tener una amiga como Helen no tiene precio. Siempre me ha dado buenos consejos sobre las mujeres. Y me imagino que mis consejos también le han servido. Si no te tuviera, tendría que inventarte, dijo. Para mi es lo mismo.

El balance me ha dejado sorprendida. Me di cuenta de todo lo que todavía no he hecho en materia de sexo y que probablemente no vaya a hacer.”

“¿Y por qué crees que no lo vas a hacer?”

“Porque ningún tipo con el que he estado quiso darme el gusto.”

Mi curiosidad creció de manera increíble. “¿Qué es esa locura que nadie quiere hacer?”

“Un trío, por ejemplo.”

Me incliné más hacia ella porque pensé que había escuchado mal.

“Me refiero a un trío con dos hombres, por supuesto,” añadió y empezó a reír. Y yo también, porque pocos son los hombres que rechazarían un trío con dos mujeres. Yo no lo rechazaría.

“¿Hay algo más que no has hecho?”

“Uhm. Como sabes, parezco bastante dominante, pero son pocos los hombres capaces de ponerme en una posición sumisa.”

Sí lo sabré yo. Hace mucho que la deseo en secreto, pero siempre le tuve miedo. Hasta que descubrí que debajo de esa máscara de dominatriz había una chica que deseaba ser dominada. Siempre tuve miedo de no poder lograrlo. Llamé al camarero y pedí otra copa de coñac. Lo tomé de un trago para ganar coraje, tan rápido que Helen me miró raro.

“Lo sé”, dije mientras tragaba. “Pero probablemente no te lo diría estando sobrio. ¿Sabes cuántas veces te he imaginado atada en una cámara de tortura bien equipada? No, no tienes que responder, simplemente acéptalo como un hecho.”

Sus pupilas se dilataron de asombro y al mismo tiempo un sonrojo se apoderó de sus mejillas. Bueno, parece que metí la pata...

"¿Por qué nunca me lo dijiste?", dijo.

“¿Por qué crees? Porque tenía miedo de que pensaras que era un pervertido. A de perderte.”

Ahora fue Helen la que tomó la copa de un trago. “Y nunca se te ocurrió, mi querido tontito, que podría sentirme parecido.?”

Ahora fueron mis pupilas las que se dilataron.

“Entonces, ¿cuándo y dónde?” dije sin pensar.

“Este lunes. Tú eliges el lugar.”

Tres días más tarde...

El motel sencillo con restaurante en las afueras de la ciudad no daba ningún indicio de que su sótano estuviera lejos de usarse como almacén. Recogí las llaves, pagué y envié a Helen un mensaje diciéndole que me siguiera escaleras abajo por la puerta mosquitera cuando llegue. Inspeccioné el terreno.

Una habitación poco iluminada con un banco de madera en el centro y, justo al lado del banco, cadenas con esposas suspendidas del techo en una polea con freno, un bar con bebidas contra una pared, un sofá contra la otra pared, y encima una selección de paletas y látigos.

En la otra habitación había cruz de San Andrés, un jaula y un sofá con amarres para las piernas. La tercera habitación era para relajarse, con una ducha, un jacuzzi y un sofá. Nada mal. Marcus me recomendó bien. Y además, está en camino.

Marcus es, como Helen, un buen amigo mío. Y de ella también. Igual que yo, él hacía mucho que le tenía ganas. Le conté mi plan y él estuvo de acuerdo con todo, incluso con que Helen no podía saber nada de antemano. Incluso si ella termina dando marcha atrás, Marcus no iba a ofenderse y se iría silenciosamente sin que Helen supiera quién era. La sola posibilidad de que él pudiera tenerla, incluso si la compartíamos, lo excitaba.

Ambos nos preparamos minuciosamente tanto en la limpieza como en la ropa. Opté por un look de motociclista rudo, con cuero, mientras Marcus se ponía un traje de látex de cuerpo entero. Se veía imponente con esas cremalleras en la capucha y a lo largo de todo el pecho hasta la entrepierna, daba miedo. Él se fue a la habitación con el jacuzzi mientras yo me quedaba debajo de las escaleras para recibir a Helen.

Tenía un vestido sencillos con escote grande. Le quedaba muy bien. Más aún cuando vi que llevaba tirantes. Solo ese panorama y la idea hicieron que mis pantalones casi estallaran. Y Helen no pudo ignorarlo.

"Parece que estabas al menos tan entusiasmado como yo", se rió entre dientes, "sólo estoy un poco confundida por la ubicación".

“Por supuesto que estoy entusiasmado. Vamos a tomar una sola copa. Quiero que los dos estemos totalmente bajo control. Vamos."

Me siguió, un poco desconcertada, y se quedó muda entre las puertas mientras yo me dirigía al bar, donde ya había dos copas del coñac favorito de Helen.

"A tu salud, Helen, y a tu deseo".

Bebimos, le quité el vaso de la mano y lo puse sobre el bar. La acerqué, le pasé el pulgar por los labios y puse en ese primer beso todo lo que había querido decirle a lo largo de los años. Podía sentir como latía su corazón. Le susurré al oído: "Voy a taparte los ojos y hacer lo que me quiera contigo. Si sientes que es demasiado, di STOP y voy moderar la intensidad o el ritmo. Si dices STOP otra vez, paro de inmediato. ¿Está claro?”

"Sí", contestó.

Saqué la máscara de mi chaqueta y se la puse a Helen en los ojos. No podía ver nada. La tomé de la mano: "No temas. Estoy aquí para ti. Solo para ti. Y te voy a tener todo el tiempo bajo control. La llevé al banco y le dije que levante las manos. El ruido de las cadenas bajando del techo era inquietante. Sujeté las muñecas de Helen con las esposas de cuero suave de manera que no pueda bajar las manos ni juntarlas. Le volví a besar la boca y después el cuello, y poco a poco fui bajando.

Abrí el escote del vestido para descubrir sus pechos. Sus pezones estaban erectos y duros. Los agarré entre mis dedos, los llevé a la boca y empecé a chuparlos. También los mordí suavemente. Tenía la verga tan dura que me dolía ya. Me desabroché los pantalones y la saqué. No podía aguantar más, igual que yo.

Me arrodillé frente a ella y le subí el vestido. Ella tenía tirantes, tal como yo había imaginado, y su bombacha de encaje estaba bien mojada ya. Respiré cálidamente justo donde intuía que estaba su punto más sensible y luego la lamí a través de la bombacha Ella suspiró suavemente.

Le saqué esa belleza de encaje y empecé a lamerla, despacio y sistemáticamente. Le apreté las nalgas mientras chupaba y soltaba el clítoris y Helen empezó a temblar. Le dije que se agarre de la cadena de la que estaba atada y que la desenrollara. Obedeció de inmediato. Le di la vuelta y agarré sus caderas por detrás.

No había duda que estaba lista y que podía entrar, así que lo hice. Le pasé la pija despacio por la raja, Helen empezó a gemir. Lo quería. Lo quería ya. Justo en ese momento vi que Marcus estaba en la puerta. Me volví hacia él.

El bulto en sus pantalones era imposible de ignorar. Le indiqué con la cabeza que se acerque y me puse a hacer lo que Helen quería Se la metí bien hasta el fondo y empecé a bombear. Helen oyó los pasos acercándose y se sobresaltó.

Me incliné hacia ella y le susurré al oído. “Es la segunda parte de la sorpresa. No te preocupes. A este tipo lo conoces y el te conoce a ti. Está para complacerte y para que juntos hagamos realidad tu segundo deseo. Si no quieres, basta con decirlo y él se va y nunca vamos a volver a hablar de ello. Si lo quieres, bueno, te la vamos a dar los dos. Con el cariño que tenemos y con las ganas que a los dos hace años que nos queman. ¿Quieres a los dos al mismo tiempo?

Helen tragó saliva y asintió. Marcus cambió de lugar conmigo Se bajó la bragueta, se puso un condón y se la metió a Helen. Creo que la tenía más grande que yo, porque Helen dio un gemido que nunca antes había oído. Marco no se movía. Le dio tiempo a Helen para que se relajase. La rodeé y me arrodillé en el banco. La tomé por la cabeza y la acerqué un poco más a mí.

“Ahora tienes mi pija justo frente a ti. Y sabes lo que tienes que hacer,” le ordené.

Helen obedientemente abrió la boca y yo pasé mi bellota húmeda por sus labios. Y después fui directo al centro. Helen la recibió con un beso y la acarició con la lengua. Gruñí de satisfacción para demostrar que me gustaba lo que hacía.

Marcus suavizó las embestidas para que Helen pudiera sincronizar mejor. De repente estábamos conectados en perfecta armonía. Esta hermosa mujer me estaba dando una maravillosa mamada. Gemía y se la metía cada vez más profundo en la boca, mientas sus tetas se movían al ritmo con el Marcus la garchaba vestido del látex. Una combinación increíble. Me excitaba hasta la locura. Y por su expresión y sus crecientes suspiros ahogados, a Marcus también.

Le acaricié las tetas, apretando los pezones hasta que le dolieron. Helen dejó escapar un breve suspiro y gimió mientras, pero en ningún momento dejó de chupar y tampoco dijo la contraseña. Lo estaba disfrutando. Y yo empecé a vibrar. Tomé suavemente su barbilla y traté de sacarla, pero ella protestó con un gemido. Levanté los ojos y miré a Marcus, que entendió y apuró el paso. Cuando echó la cabeza hacia atrás me quedó claro que ya estaba por acabar.

Embistió con una fuerza increíble y Helen gimió y empezó a temblar y a chuparme la verga con más intensidad. Exploté dentro de ella y Helen tragó mientras Marcus dejaba de moverse y luego salía con cuidado de ella. Me la lamió y tragó hasta la última gota.

Le acaricié las mejillas. "Eres increíble, Helen."

"Gracias..." A los dos", dijo.

Cerré la bragueta, salté del banco, la desaté y le quité la máscara. Estaba sudorosa y hermosa, y en sus ojos había algo que nunca antes había visto en ninguna mujer. Y volví a enamorarme, como antes. Helen dio la vuelta y sus ojos se llenaron de sorpresa e fascinación. Marcus, que ya se había vuelto a cerrar el traje, se sacó la capucha y Helen quedó boquiabierta. Luego lo abrazó y se volvió hacia mí:

“Jamás habría esperado un regalo así. Ahora solo me faltan dos cosas: una copa y relax.”

"Hay un jacuzzi al lado", sugerí. Y las copas las llevamos nosotros.

Un rato más tarde, los tres estábamos en el jacuzzi, Helen entre nosotros dos, satisfecha y ronroneando como un gato. Y como los gatos son impredecibles y tienen nueve vidas, en pocos minutos quedó claro que se recuperaría muy rápidamente. En un rato, sus manos estaban debajo del agua, exactamente en el lugar correcto. La segunda ronda podía empezar....

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Autora: Marina Deluca

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